¿Quién quieres ser? ¿Depende todavía de tu persona? ¿Qué mundo libre, infinito a las seis, tú quieres ser? ¿Qué labios, qué movimientos, qué cultura de algo? ¿A quién le suspenderías una guerra, qué voz salvaría un golpe tuyo, uno que no esperabas? ¿Qué amor, qué hijos, qué isla propia? ¿Cuánto imaginarías viendo esta luz en la oscuridad? ¿Junto a quién te enterramos y en qué lomita y viendo qué? ¿Si te dan tiempo en realidad nos hablarías del mundo?
La mente se ha enredado con ella, la ve caminar en otra dirección. Nunca mira hacia atrás; no ve lágrimas en sus ojos, sólo su paso lento hacia la nada. La mente pone el ejemplo de una mujer que ya no tiene rostro, nombre, historia, y es ahora una sensación de Sagua la Grande, un alfiler aguantando las telas que nunca unirá hilo alguno. La mente sabe que tiene que romper otra vez la casa de la mente. Para salvarla mientras camina hacia la nada y no se vuelve para mirarnos, para subir-bajar a un tiempo el caminito a la Poza de Quetzalcoatl. Con la pregunta “¿Cómo le deseo felicidad?” se inicia casi siempre un combate mortal –que dura mil años. La mente se apiada del cuerpo insatisfecho y recuerda su propia insatisfacción. Y con el mismo ánimo preferiría que no tuvieran olor las cosas, que se borrara su recuerdo, que aún anduviese por Moscú.
ENTREVISTADO: El nombre del álbum trata de eso. Hasta que me mudé a Nueva York no había visto tantas ratas, no había visto paticas de ratas marcadas sobre una lata de frijoles Goya, mis preferidos. Leptospirosis podría sonarle raro a mi público, ya que mis tres discos anteriores se llamaban Te amaré siempre, Fuego en mi corazón y Eres la más bella rosa, pero tal vez puedan entender que han pasado diez años y uno ha estado leyendo hasta libros en este tiempo. Me he convertido en una persona conciente y debo reconocer que, después de la pobreza mundial y los tsunamis, lo que más me preocupa es contagiarme con la enfermedad de la rata. CONDUCTOR: Eres impresionante, Rey Pérez. Es la primera vez, en mi larga carrera entrevistando a personalidades de la música, que el entrevistado habla antes que yo y -¿para qué negarlo?- responde justamente la primera pregunta que pretendía hacerle. Le iba a preguntar a Rey Pérez, queridos amigos, por qué le puso Leptospirosis a su cuarto álbum y, como han podido apreciar, se nos ha adelantado. ENTREVISTADO: Era normal empezar con una pregunta así, ya que vinimos a promocionarlo. ¿Te adivino la siguiente pregunta? CONDUCTOR: No, por favor... Pero se ve que eres jaranero, Rey Pérez: eso forma parte de tu personalidad... Bueno, en serio: Quiero preguntarte ahora en qué obras de caridad has estado envuelto últimamente. Tú te has caracterizado por ser bastante generoso con tu dinero, pero sabemos que hace seis meses te retiraste de la nómina de benefactores de Adopte en la Distancia a un Niño Pobre y Huérfano de -mejor no mencionamos el país. ¿Qué ocurrió entonces y en qué estás involucrado en la actualidad para satisfacer tu espíritu caritativo? ENTREVISTADO: Me gustaría no comentar por qué dejé de donar para ese grupo humanitario. Soy muy discreto y no considero que los niños deberían usar cocaína antes de los 18 años. Actualmente estoy pagando la construcción de un asilo, un home, para monjes ya viejitos, monjes budistas, en la falda de una de las montañas del Himalaya, zona con un clima tan saludable para este tipo de personas. Por el momento, aparte de la promoción internacional de Leptospirosis, sólo tengo este monk home en la cabeza. Quiero que todos esos monjes entren al Nirvana tras haber tenido, en sus últimos años, todas las comodidades posibles, en un asilo libre de ratas. CONDUCTOR: Sin duda a veces nos concentramos en ayudar a los niños, que en realidad tienen un futuro por delante y hasta podrían, digamos, ir empezando a trabajar, y olvidamos a las personas de la tercera edad, aquellos que hoy necesitan ser sostenidos por nuestros brazos, que nos dieron la vida. ENTREVISTADO: En este caso, estamos hablando de unos monjes célibes: no nos dieron la vida, pero nos dan su ejemplo, que es más importante. ENTREVISTADOR: Pasando a otro tema: ¿Cuándo empieza la gira promocional de tu nuevo disco y dónde? ENTREVISTADO: Bueno, el primer concierto va a ser en Sanghiya Loktāntrik Ganatantra Nepāl, particularmente en el Anfiteatro de Katmandú, la capital. De ahí saldré para San Juan, Puerto Rico; luego a París; y luego Vancouver, donde tomaremos un break, pues ya estamos grabando canciones del próximo disco, que se llamará Fe de (e)Ratas. CONDUCTOR: Te voy a hacer una última pregunta, antes de irnos a comerciales. Piensa bien antes de contestar. Rey Pérez: ¿qué es lo más duro en la vida de un artista? ENTREVISTADO: Llegar a ser incomprendido en algún momento. Tener que vivir en Nueva York.
¿Y ahora qué vas a hacer con todo ese dinero? Haré experiementos sociales. No entiendo. Por ejemplo, comprar la cuadra en la que está el gym más famoso de la ciudad para rodearlo de establecimientos de unhealthy food; poner muchas cámaras, filmar la evolución de ese grupo humano en particular. ¿Y qué más? Comprar Bolivia siempre que me den un precio justo -cuando Mick Jagger la quiso comprar pidieron demasiado, por eso ningún país se llama en la actualidad Rolling Stones. No creo que Bolivia haya estado en venta nunca. Tengo pruebas. En fin, ¿qué más harías? Cerrar el Canal de Panamá, taparlo. ¿Cón qué objetivo? Para abrirlo nuevamente con muchas mejoras y así generar puestos de trabajo en la región. ¿Planeas hacer un poco de caridad, como es costumbre entre la gente que tiene la costumbre de tener dinero? Ciertamente aún no me acostumbro a la idea de que tengo dinero, pero podría darle plata a quien friegue mis carros; también podría apadrinar a distancia a un niño de los de $19,99 al mes, pagar el techo de una iglesia, prestar un terreno a los damnificados de un ciclón hipotético. ¿Vas a invertir en tu persona? Claro, yo, las mejores cremas, mucha langosta, orgías místicas, un superbar y, por supuesto, la pesca deportiva. Bien, te tengo una mala noticia. ¿Cuál es? La verdad es que tu número no salió, salió uno muy parecido. Es una pena. ¿Y ahora qué vas a hacer sin todo ese dinero? Voy a tratar de hacer lo mismo por otros medios, aunque el negrito tenga que esperar.
La bala se incrustó en la columna de madera del portal. Debe haber sido una bala perdida, pues la calle estaba desierta y nunca escuché el disparo. Hacía suficiente frío como para que no saliera a fumar y aun así bajé; era el último Camel y no me gusta dejar tesoros para mañana. Así que, segundos después del raro evento, miré al cielo; entre las nubes el último sol se filtraba con extravagancia -o al menos mi paranoia, mis cinco segundos de anticipación, le dieron ese tono. Pensé que era una señal poderosa de que debía dejar de fumar. El cigarrillo iba por la mitad y yo lo quemaba con mucha conciencia, como despidiéndome para siempre de un placer así. Aunque la señal estaba clara, me hice el bobo, demoré mi no-hacer, me puse la tan cercana meta de dejar el vicio apenas el Camel expirase. Entonces una segunda bala se incrustó en la otra columna, dejando la vibración de un silbido en el aire. Antes de subir corriendo las escaleras y esconderme en el baño, me dio tiempo a mirar los dos orificios. Estaban a la altura de mi pecho.
Mejor lo escribo yo. Mis mujeres se dispersaron entre las vacas, las perdí. Solito en un planeta, ¿quién va a pensar en otra cosa que el Día Siguiente? No hubo conciencia (nunca) del ombligo del otro. No hubo autopista libre ni fantasía para aguantar el aire del otro. Que el mundo se llene ayer de hermanas y el pan nunca se enfríe. Son mis actos divinos. Mandan en algún reino.
Básicamente yo me torturo a la vizcaína, con la perfecta observación de cada paso. En mi tristeza trabajan guías de turismo, alegradores de un ambiente, filósofos del objeto. No te despidas más de una vez. No digas que no. Es un rato.
Nadie le pagaría por deducir algo, “después de los últimos desencuentros y la evidencia de que la historia se ha partido en dos, haciendo esa grieta por donde se ven nubes bajas”. Desde hace semanas, trabaja como voluntario buscando trabajo, y por el trillo ha hecho deducciones -como voluntario de sí mismo- del tipo que resulta fácil expresar ante un auditorio medio y sobre todo provisional. Le valen simpatía, jabas en las iglesias, números con el 1. Su deducción más popular (“Dios vive en Nueva York”) parece entusiasmo frente a juguete nuevo -si te dedicas al oficio, tratarás de deducir algo del –y frente al- Primer Instante, para que nunca se vaya del disco duro un brillo así. Semanas después, deducciones como “Hay una mínima -y aprovechable- posiblilidad de que el karma no se mude con uno”, ya nos recuerdan a la persona que, contra nuestra voluntad, dejamos abandonada en su martirio. Nadie le pagaría por curiosear entre las mesas de dominó, rompiendo la jarra del amor, cambiándola por la unión de dos costuras. Al escribir: “Soñé que estábamos durmiendo, soñé con las giraciones de cinco horas en una cama que parecía ser nuestra”, se libró del obstáculo que lo separaba de la disolución de todo. Nadie le pagaría por fraternizar con una loba.