(alcides herrera): noviembre 2009

(alcides herrera)

noviembre 25, 2009

Explota en España


Unas vacas. La música desciende,
por supuesto, del cielo, de las sobras
exclusivas del cielo. Tan parejas.
Unas vacas y yo buscando novia.

Las mujeres (a punto de morir)
desayunan, a veces son hermosas
y recorren el páramo, o colectan
unos versos que cantan ”de memoria”.

Unas vacas. El cielo. Un pabellón
junto al árbol tan rojo de la sombra.
Las palabras entienden. Con las manos
las recorren enteras y están solas.

noviembre 18, 2009

De las partículas


Te quiero
como te quise
y te querré.
Aun regresando
de la guerra,
con 11 shots
de desconfianza.
De las partículas.
No me haría ilusiones,
no bebería de tu fuente
sin que el Espíritu
me empuje
y quieras saltar
de un precipicio.
Antes del martes.
Que tu descubrimiento
pueda, como los otros,
tocar mi orilla,
edificar mi casa,
11 canciones,
y de este mundo
y de ti misma
te libraré.

noviembre 10, 2009

Sencilla voladura del Maine

Amanece. Estoy solo. Las miradas
de este mundo y del cielo hacen su parte.
Tan doméstica. Hay manchas, despedidas.
Amanece y alivio tus canales.
Xenia Bergman, tu música recuerda
unos círculos rojos en el aire,
ese Cristo que ves, una palabra
para el Día sin Muerte. Cerca, fácil.
Enamora el silencio, la sencilla
voladura del Maine, enamorarte.
Amanece sin prisa en la cabeza
y te extraño en los templos, en los bares.

Del cielo del primer piso

Del cielo del primer piso
nos trajeron un tabaco.
Nos gustó. Le gustó a Baco,
a quien pedimos permiso.
El canal, el Paraíso,
entretienen por ahora.
Xenia Bergman enamora,
a su manera, y apunta
detalles de la pregunta
más difícil, más sonora.

Cuando se calla, aparecen
cien mil denominaciones
y pasan varios ciclones
y las uñas no me crecen.
Mueren, aunque no "fenecen"
y el mar se lleva una parte.
Te pasó, no va a pasarte:
mis manos tienen poder.
Volví para no volver.
Para pasar, que es un arte.

Te llamas Julie

Más rápido que el tiempo. Nadie lo dijo en Copenhague ni Julie Dahl vuelve a mis islas. Mi empresa va a morir en los mares del norte. Viendo pasar al Angel, picando ajos. Más rápido que Buda, que Magic Car Center, que el verso “la súplica no es mía ni sus monedas”. Volveríamos al Bosque de Chapultepec, al suave olor de Julie, al café amargo. Su espíritu la mira con extrañeza, rompe su molde. Dormir con ella (y amarrarla), besar su frente, su música, su ausencia. Este otro verso: “Ella leía las instrucciones del Cirujano General”, pesa en nuestros archivos. Cruza otra vez el mar. Pone sus ojos en América. Llega a mis islas y bebe café amargo.

Tres girasoles. Apt. 102

Juraría que empieza con la Uve.
Eso dice Jerónima. Sabemos
que hay un día, un instante, para ella
y su fuerza, y también unos arreglos.
Me quité. Me salí. Con tanta ayuda
que, después de mil años, agradezco
y cocino en la mente y se lo come.
Ya no vive en el barrio y es perfecto.
No la voy a colgar en las paredes
del adiós, ni habré perdido tiempo
anotando que “un príncipe lo olvida"
o quitándole el Nuevo Testamento.
Si la borro, se irá sin ver al Hijo,
sin ver Nada. La música sin miedo,
a la hora del suave (y postergado)
Cuatro Leches, la canta en el Infierno.
Algo dice, metódica. Es difícil
entender de qué habla y qué misterio
pudo ver, mas afuera llueve a cántaros.
Hay un día, un instante sordo, ciego.
Juraría por ella, postergable.
Siento frío y calor, aburrimiento
y nostalgia exclusiva. Me entretiene
el Espíritu. Y, claro, es mi remedio.