Te llamas Julie
Más rápido que el tiempo. Nadie lo dijo en Copenhague ni Julie Dahl vuelve a mis islas. Mi empresa va a morir en los mares del norte. Viendo pasar al Angel, picando ajos. Más rápido que Buda, que Magic Car Center, que el verso “la súplica no es mía ni sus monedas”. Volveríamos al Bosque de Chapultepec, al suave olor de Julie, al café amargo. Su espíritu la mira con extrañeza, rompe su molde. Dormir con ella (y amarrarla), besar su frente, su música, su ausencia. Este otro verso: “Ella leía las instrucciones del Cirujano General”, pesa en nuestros archivos. Cruza otra vez el mar. Pone sus ojos en América. Llega a mis islas y bebe café amargo.
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