Thank you
Allá en Pink Pony
los poemas vienen con nombre,
y el mejor poeta
de Sancti Spíritus, contando
los latidos de su corazón
y los del mundo,
sencillamente piensa esto:
que tiene unas altas
probabilidades de sobrevivir
-lo que incluiría
dormir en el Nissan
de Gerald Gutiérrez- y además
la fortuna de hacer versos,
de ver lo que se ve,
de tener amor y energía
y recibirlos aquí y en Pink Pony
y en el Paraíso. También en tu vida.
Y ahora el número dos, asimismo
llamado “next”, “gracias”, “4 de agosto”.
Cuando un poeta vuelva
a ser persona, esto es, poeta,
y llegue por fin a su nirvana
–que es prescindir de ti,
de Facebook, de la nostalgia
del árbol rojo de Prospect Park-,
entonces descenderemos a mirarlo.
Estos dicen que es miércoles.
Yo aún vivo en martes.
Si la seratonina me perdona
y me perdonas tú,
que milagrosamente me visitas
y dices mi nombre secreto
(como el tuyo: hecho de música),
me va a salvar tu olor,
el tránsito de un día,
poemas que no consigo terminar
si andas muy cerca.
Seguramente acabaré dividiéndome,
dividiéndolo todo, buscando
generar unas entradas.
O volveré vacío del mercado.
Cuando tus bailarinas prueben
mis chícharos y yo traduzca esto
y aun regreses, encontraremos
a un poeta gordo.
Uno imagina el testamento,
piensa en su última mujer,
evade el concierto doméstico
como le enseñaron -haciendo
repetición en el planeta,
hijos del éxtasis.
Hoy que la suerte nos persigue,
aún honrar honra. Nos desnudamos
sólo para ti, nos envuelve
una luz violeta. Pasar
de los estigmas, buscar una olla
de presión, mirar como se miran
las bailarinas. Tus últimos versos
escribo en servilletas,
nunca en los tickets
de Pink Pony, amaneciendo.
Un rey para su diálogo y te recuerda,
nota que hay mucho más humo
que extractores. Nunca termina.
No sabe cómo terminar.
Algunos poemas no son para una húngara,
te mantienen atenta, atento,
a la sencilla bobería
de mis descripciones, que tendrás
mientras vivas y aun en el Paraíso.
Siempre voy a pensar que se acabó.
Tú siempre vas a mencionarlo.
los poemas vienen con nombre,
y el mejor poeta
de Sancti Spíritus, contando
los latidos de su corazón
y los del mundo,
sencillamente piensa esto:
que tiene unas altas
probabilidades de sobrevivir
-lo que incluiría
dormir en el Nissan
de Gerald Gutiérrez- y además
la fortuna de hacer versos,
de ver lo que se ve,
de tener amor y energía
y recibirlos aquí y en Pink Pony
y en el Paraíso. También en tu vida.
Y ahora el número dos, asimismo
llamado “next”, “gracias”, “4 de agosto”.
Cuando un poeta vuelva
a ser persona, esto es, poeta,
y llegue por fin a su nirvana
–que es prescindir de ti,
de Facebook, de la nostalgia
del árbol rojo de Prospect Park-,
entonces descenderemos a mirarlo.
Estos dicen que es miércoles.
Yo aún vivo en martes.
Si la seratonina me perdona
y me perdonas tú,
que milagrosamente me visitas
y dices mi nombre secreto
(como el tuyo: hecho de música),
me va a salvar tu olor,
el tránsito de un día,
poemas que no consigo terminar
si andas muy cerca.
Seguramente acabaré dividiéndome,
dividiéndolo todo, buscando
generar unas entradas.
O volveré vacío del mercado.
Cuando tus bailarinas prueben
mis chícharos y yo traduzca esto
y aun regreses, encontraremos
a un poeta gordo.
Uno imagina el testamento,
piensa en su última mujer,
evade el concierto doméstico
como le enseñaron -haciendo
repetición en el planeta,
hijos del éxtasis.
Hoy que la suerte nos persigue,
aún honrar honra. Nos desnudamos
sólo para ti, nos envuelve
una luz violeta. Pasar
de los estigmas, buscar una olla
de presión, mirar como se miran
las bailarinas. Tus últimos versos
escribo en servilletas,
nunca en los tickets
de Pink Pony, amaneciendo.
Un rey para su diálogo y te recuerda,
nota que hay mucho más humo
que extractores. Nunca termina.
No sabe cómo terminar.
Algunos poemas no son para una húngara,
te mantienen atenta, atento,
a la sencilla bobería
de mis descripciones, que tendrás
mientras vivas y aun en el Paraíso.
Siempre voy a pensar que se acabó.
Tú siempre vas a mencionarlo.
Volver