Basta con que aparezcas una, dos veces, para que llenes el disco duro de un día. Casi no pienso: voy revisando los fenómenos, me quedo en el impulso de catalogar. Mi madre y Dios lo dicen: para pensar se necesita algo que no me dieron. Llenas la sala en que solía esperar al Visitante, vacío como un buey, con una cerveza por los hombros. Recuerdo los objetos que nos acompañaron, cómo lograban resurrección propia, una semana más tarde, en manos haitianas. Ahora inventa platillos que sobre todo llevan tuna, envuelve regalos con el papel que sobró de san Valentín. Me asombra sentir amor puro, conocer la resaca y abandonarme, preferiblemente, al mundo que viene después. Se orienta por el cielo: te olvida tanto que no te conoce. Frente a mis ojos cayeron siete gotas negras. No estaba más allá sino más acá. Hay cosas que sólo se explican en un tren, viendo pasar los campos. He aquí la marca de tu camino: si algo quedara sin cuadrar, aquí regresaremos a repasarlo aunque nos acusen de aparición. O nos den muchos nombres. Mientras los seres vienen por mí, lanzo los dados y me acerco una estrella roja a la boca. Hablo del mundo desde el que fue lanzada esta manera de representar. Allí se escucha el ruido de la invocación, al aire lo surcan unos canales. La vuelta del mercado, frente a mis niñas, mientras los seres vienen por mí, canta con sobriedad a la cabeza, a la cerveza, a siete gotas negras.
Hoy no voy a ser padre. Antes del ocaso miraré nuevamente el árbol rojo, y Mississippi abajo, en barca pintada por la muerte, van a pasar sus caras, van a acabarse los ejercicios en campo abierto. Es déjà vu, es reelección, es cicatriz. Va a escribir este monje. Mis mujeres son cuidadosas en el futuro y en el pasado huelen bien. Mis hijos hoy no existen.
estoy caliente desaparezco si yo quiero la música del mundo vive de mis orejas de una perfecta soledad una cajera con dos niñas una nostalgia de buenos aires hasta hoy nos conmovían pocas cosas mejor nada nos conmovía estoy caliente tengo resolución tengo la música del mundo mi amiga mi experimento llegó la medianoche de nosotros vino el viento del sur y no bajamos la cabeza y no dijimos algo fuimos separación del hombre negociación del aire impaciencia de italia que éstos no ven estoy caliente una cajera nos va a sobrevivir claro que con razón mi amiga mi sustancia música de antiguos niños
El tipo dijo: Vamos a resolver esto como los hombres. Salió del bar quitándose la camisa -invitándome, claro, a que lo siguiera. Su novia, con los ojos, logró aclararme que no era buena idea salir a pelear con ese salvaje y, también con los ojos, me señaló la puerta trasera, que pareció brillar en la oscuridad. Mágicamente las ganas de pelear abandonaron mi cuerpo. Agarré por la mano a la novia de mi contrincante, aprovechando el vacío de poder, su compasión por mí, y la arrastré por el camino que me había indicado. Estaba conmigo: atravesando el parqueo del bar, ya éramos cómplices, compartíamos curiosidad y adrenalina. El tipo me encontró días después -el asesino suele volver al lugar de los hechos, los brutos lo saben, uno es más bruto que regresa. En vez de romperme todos los huesos, preguntó: ¿Dónde está mi mujer? Tampoco yo sabía dónde estaba.
Por cada uno de ustedes, yo soy mil. Dormía con el rey y con la reina. Para verlos pasar. Bajo los mangos. En muchos reinos tienen mi palabra. Las cosas que no pido.
Anima esperaría la bonita ascención de mi deseo, alguna súplica, el amor. Y pasta siempre. Y salsa blanca. Y ser novia del mundo.