Tantos Detalles
De esta manera se presentó: “I´m the backup guy”. O era muy cuidadoso con su información, la protegía como si guardase secretos del CIA, o era el individuo de los refuerzos. “I´m a drunk bird”, respondí. Smirnoff en mano, comencé a darle instrucciones. Pasaba por alto los detalles obvios para que el tipo no me interrumpiera con un “Yeah, I know”, ya que tenía cara de eso. Cuando acabé la muela -media hora más tarde y de mal humor pues me había quedado sin líquido y Backup Guy era una bomba-, le entregué el gran racimo de llaves. Me miró perplejo. “¿Pero cómo voy a saber cuál llave es cuál, man?”. Qué extraña pregunta. ¿Pensaba que yo perdería mi tiempo en otro tour por el lugar, en realidad enorme, y que me pararía de nuevo frente a cada puerta de utilidad para señalarle: “Esta es la de aquí”? Ni Backup Guy ni nadie recordaría tantos detalles. “Esa parte te la dejo como tarea”, dije. No le gustó. Le había dado la espalda y me dirigía a la oficina a marcar la tarjeta por última vez cuando escuché su voz desagradable: “What is your problem, man?” Me di la vuelta y le lancé la botella vacía por la frente, como una extensión del ardor de mis venas. Lo vi caer sobre la alfombra. Le debo haber tocado sin querer uno de esos puntos que desmayan gente. No había sangre y aquel animal aún respiraba. Marqué y salí al parqueo. Me eché un Marlboro despidiéndome de las montañas, de la ciudad, de la época. A los pocos días me mandaron un cheque y recordé lo de la semana en fondo. Han pasado mil años.