(alcides herrera): abril 2005

(alcides herrera)

abril 28, 2005

Televisión Española

CONDUCTOR: Nos acompaña Elena, la hija menor de Escolástica Yagüé, una mujer que desapareció hace un mes, digamos, sin dejar huellas. La señora vivía sola. Sus dos hijas encontraron la casa intacta. Elena ha dicho algo que hace aún más extraña la desaparición y que podría, digamos, convertirla en “un caso”. Para ayudarnos se encuentra con nosotros el inspector jefe Hurtado, especialista en desaparecidos. Elena, ¿puedes repetir lo que me dijiste entre bambalinas? ELENA: ¿Entre qué? CONDUCTOR: Elena, ¿qué quería hacer Escolástica y por qué no lo podía hacer? ELENA: Oh, claro... Mi madre quería empezar una vida nueva. De hecho siempre hablaba de lo mismo. Pero... CONDUCTOR: Pero... ELENA: Señor inspector, mi madre tomaba estimulantes. INSPECTOR: ¿Cómo lo sabe? ELENA: Lo decía en la nota que nos dejó. CONDUCTOR: No me contaste lo de la nota, Elena. INSPECTOR: ¿Y qué decía, si me perdona la indiscreción? ELENA: Se la leo: “En el bajón de estimulantes, con la mente inútil y vaporosa, se representa todo: amor, espinaca, países...; cada impresión dura un segundo, en tiempo sobrio, y aquí es una eternidad. El animal está molesto por lo que le hicieron. Tuvo que defenderse de ataques químicos. Tira su furia incluso contra él. Todo eso duele.” CONDUCTOR: Qué nota más profunda. INSPECTOR: No es una nota. ELENA: Es una nota: estaba sobre la mesa (vacía) de su comedor. INSPECTOR: ¿Decía acaso: “Queridas hijas: en el bajón de estimulantes tal y tal cosa...”? ELENA: No. INSPECTOR: ¿Cómo sabe que es una nota? ELENA: Me lo dijo mi hermana. Ella la encontró. CONDUCTOR: El inspector jefe Huratado acaba de sugerir que podría, digamos, no tratarse de una nota. INSPECTOR: No es una nota. No llevo veinte años en esto por gusto. ELENA: Mi hermana dijo que era una nota. INSPECTOR: ¿Le basta la palabra de su hermana? ELENA: Bueno, sí. INSPECTOR: ¿Y eso por qué, si me permite la indiscreción? ELENA: No lo sé. Tendrían que conocerla para entender. CONDUCTOR: ¿Y dónde está? ¿Por qué no la ha acompañado al estudio? ELENA: Bueno: a ella le da lo mismo que mi madre aparezca. LOCUTOR: ¿En serio? INSPECTOR: ¿Acaso tenían problemas? ELENA: Nunca pasó nada entre ellas. Simplemente no se querían. CONDUCTOR: Pero tampoco, digamos, se odiaban... ELENA: Tampoco. INSPECTOR: Lo que usted llama “la nota” ¿es una hoja arrancada de un cuaderno? ELENA: Sí. INSPECTOR: ¿Su madre era poeta? ELENA: Pues no lo sé. CONDUCTOR: ¿No sabe si su madre era poeta? ELENA: ¿Tendría que saberlo? No creo que eso se pueda ver por fuera. CONDUCTOR: Inspector, ¿qué tipo de caso es éste? INSPECTOR: No es un caso. Si la señora sencillamente decidió largarse para empezar una vida nueva, entonces no hay caso. Sus hijas son mayores; de hecho ni vivían con ella. Habría caso si pedazos de Escolástica empiezan a aparecer en bolsas negras... CONDUCTOR: Tengo al director en los audífonos y dice que debemos ir a comerciales. Lamentablemente, digamos, no hay caso. Usted no se procupe y mantenga la sintonía, que enseguida estaremos de vuelta con más desaparecidos. ELENA: Era una nota.

abril 27, 2005

Ecléctica

La Arañita Mala de Florida es, de cuantas se conocen, la competidora más extravagante de la Viuda Negra. Dicen que vino en las maletas de los primeros exiliados cubanos. Aunque perdió su carácter endémico para vivir en tierras de libertad, conserva su veneno y sus reflejos, la misma distancia entre ella y las cosas. Tiene las patas cortas, un lomo ancho y colores primarios en ese lomo. Come básicamente lo mismo que sus familiares: bichos más chiquitos. La primera precaución que uno debe tomar para evitarla, al menos en Miami, es no mudarse a la Playa. La Arañita se apoderó hace años de los jardines del South Beach masivo, donde nunca envenenarán a un jardinero pero sí a residentes y perros, turistas bobos, policías. Desde que Oda también fuera picada −mordida, según ella−, he soñado tres veces que voy caminando por su pasillo y doy un frenazo frente a la Arañita, tan cerca que la veo fuera de foco. Por suerte en el sueño se puede volar y en la vigilia existe el personal de Hipócrates. El Mount Sinai Hospital ha documentado ya una serie de envenenamientos e inició la campaña “Pague su antídoto: el veneno envenena más de una vez” −no sé si con buenos resultados porque la gente nunca piensa en venenos y, a ese paso, ¿cómo va a pensar en antídotos? Oda estuvo pagando durante varios meses la salvación que le inyectaron en la nalguita. Tuvo dos viajes: el de la sustancia matadora y el de la sustancia que acaba con la matadora. Al menos hoy, si me obligaran a escoger entre un viaje de ida y uno de ida y vuelta, me quedaría con el primero. Debe ser rico.

Ps: “Dicen que vino en las maletas de los primeros exiliados” es una línea que oí frente a La Carreta. Sólo añadí “cubanos”. En esas milicias de la cafeína todo suena normal. No puedo garantizar las fuentes.